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Aracataca es un municipio colombiano del departamento del Magdalena. Su nombre se ha hecho mundialmente célebre por ser la cuna del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez y del fotógrafo y caricaturista Leo Matiz Espinoza. Por sus historias se ha vuelto un simbolo y uno de los pueblos más conocidos de Latinoamérica.

Patrimonio.



Estacion del ferrocarril.

Trajo el ferrocarril al antiguo Municipio de Aracataca los estudios fotográficos con gabinetes ambulantes por las estaciones férreas, por el Camellón 20 de Julio, por las calles y callejones, por la Placita de los Perros, por la Iglesia de San José para las fiestas patronales y para los acontecimientos religiosos familiares, por los bailes de Carnaval con sus disfraces y bandas organizados por el italiano Don Antonio Daconte, por las Academias iníciales y las finales del «Baile de la Pluma», por las casas con los añorados corredores, por los desfiles escolares, por las presentaciones culturales en los salones «Olimpia» y «Universal» y por la verde infinidad de las fincas bananeras. El fotógrafo deambulaba con su cámara y sus cachivaches fotográficos de a pie, en bestia o en bicicleta y montaba su gabinete en el sitio de amplia concurrencia ciudadana, que le daba la oportunidad de realizar su trabajo, de servir y de subsistir. Así contribuyeron esos pioneros a preservar con sus fotografías en blanco y negro nuestro patrimonio perdido del pasado.

La necesidad de brazos para desarrollar los cultivos de banano y la visita del Presidente de la República a Aracataca, General Rafael Reyes, en abril de 1908, originó la creación de la «Colonia Agrícola y Penal de Fundación», funesto presidio de trabajos forzados adonde recluyeron algunos centenares de reos traídos mayormente de Antioquia, Tolima, Cundinamarca, Boyacá y Bogotá. El transporte de los presos se hizo por el río Magdalena, por los Caños de la Ciénaga Grande y por el ferrocarril. Los reos del interior del país trajeron la manopla, la daga y el puñal y sembraron el terror en la Zona Bananera, robando, atracando y asesinando a labriegos indefensos y aún a transeúntes en la cabecera y núcleos poblados. La respuesta de la población no se hizo esperar: Del 17 al 20 de julio de 1910, las polvorientas calles de la cabecera del Antiguo Municipio de Aracataca, con sus legendarios y descomunales almendros, fueron escenario de la venganza del pueblo dolido y sufrido contra sus maquiavélicos opresores: Los cachacos huidos y escapados del Panóptico. Los masacrados fueron arrastrados por las calles y callejones al río Aracataca; y cayeron inocentes que nada tenían que ver con los fugitivos ni con las circunstancias. Oficialmente la masacre arrojó un muerto y dos heridos.

Como consecuencia de la masacre de paisas el Obispo Simón y Ródenas nombró cura itinerante para la Zona Bananera al sacerdote Pedro Espejo, quien inició en 1910 la construcción del templo católico. Araba en el desierto: Aracataca derrochaba producción, dinero, lujuria. En 1914 el escritor Luna Cárdenas la definía como «La antesala de la Colonia Penal», y García Márquez en “Cien Años de Soledad” muestra a Macondo como «El centro de la impiedad». Los militares de la Guerra de los Mil Días que se establecieron en Aracataca atraídos por la actividad económica del banano, lideraron en 1914 la creación de la Logia Masónica, en vista del caos moral existente y la poca o ninguna presencia de la iglesia católica para mitigar la devastación de las buenas costumbres en la subregión. Aún conserva Aracataca la edificación de la Logia, inaugurada en 1915.

Tren carbonifero de Macondo


[Aracataca - Magdalena] Estación del Ferrocarril









Plaza de bolivar

A raíz de las disputas entre los Distritos Municipales de Pueblo viejo y Pivijay por el Corregimiento de «La Envidia» (actual cabecera del Municipio de Fundación), la Asamblea Departamental por Ordenanza No. 47 del 28 de abril de 1915, creó el Distrito Municipal de Aracataca, con tierras de los Distritos Municipales en contienda: • Pueblo viejo aportó las tierras situadas entre los ríos Tucurinca y San Sebastián de Taironaca; • Pivijay aportó las tierras sobrantes de la medición de «San Matías»: 35 Caballerías, 17 fanegas, 2 Almudes y 1328 varas, situadas entre los ríos San Sebastián y Ariguaní.(4) En agosto de 1915 el gringo William A. Trout trajo por ferrocarril los primeros bloques de hielo a Aracataca y La Envidia:

“Al ser destapado por el gigante, el cofre dejó escapar un aliento glacial. Dentro sólo había un enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía se atrevió a murmurar: - Es el diamante más grande del mundo. No –corrigió el gitano-, es hielo."

Quedó la romántica y olvidada vivencia de la compra del hielo al gringo Trout plasmada para la vida actual por la oportuna labor de quien se dignó hacer su registro memorable con una incipiente cámara fotográfica: bajando los bloques de hielo del tren, transportándolos en «ferrys», levantándolos con las tenazas metálicas ovoides o picándolos con un punzón para partirlos al gusto y la medida del cliente o comprador.

Trout también trajo el primer cinematógrafo a Aracataca. La proyección del cine mudo se hacía sobre un telón en horas vespertinas, y al aire libre. La naturaleza impidió plasmar lo que en el pasado fueron los sitios nocturnos de convergencia e interés social, los salones «Olimpia» y «Universal». Se perdió para los documentos y la posteridad lo que fue la memoria nocturnal de la antigua Aracataca.

El primer gran Carnaval organizado ocurrió en 1914. El pueblo se embriagó en los disfraces y las máscaras. Directivos de la «United Fruit Company» se identificaron con la clase dirigente del nuevo Municipio y compartieron con los habitantes del común en el quehacer cultural carnavalesco; no pudieron sustraerse al imán de las fiestas del Rey Momo. La fiesta colectiva los absorbió y aún del más recatado salió la exteriorización de la alegría:

“Y vi al farmaceuta Azorín con gorra y blusa de enfermera; y a Julio Tovar Lemus bailando estrechamente con una señorita Durán. La conocí porque en una vuelta vertiginosa se le cayó el antifaz, y a un muchacho que hacía las veces de administrador de Andalucía... disfrazado de café con leche.”

Estatua del Libertador ubicada en la Plaza de Bolivar Municipio de Aracataca
Panorama completo de la plaza de Bolivar, al fondo la iglesia del Municipio de Aracataca








Parque de los remedios.
Finalmente, producto de la iniciativa y de los denodados esfuerzos del señor Pedro García como Diputado a la Asamblea del Magdalena en varios períodos, Fundación alcanzó la municipalidad por Ordenanza No. 47 de Junio 4 de 1945, sancionada por el Doctor Pedro Castro Monsalvo. Lo propio hizo El Retén en 1996.




Casa Museo Gabriel García Márquez, donde vivió el famoso escritor y ganador del Premio Nobel de Literatura.

Huyendo de la Guerra de los Mil días llegaron a Aracataca, procedentes de La Vega-Cundinamarca, Tulio Matiz con su esposa Evangelina Espinosa, padres del más insigne fotógrafo colombiano de todas las épocas, Leo Matiz. Y huyendo de Barrancas-Guajira llegó el Coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía con su esposa Tranquilina Iguarán y sus hijos Juan de Dios y Luisa Santiaga. Luego le correspondió a Luisa contraer nupcias con un migrante del antiguo Bolívar, Gabriel Eligio García Martínez, padres del Nobel Gabriel García Márquez.

En ese antiguo albergue de la impiedad, de convergencias de culturas, de refugiados políticos y de reos rematados, del más claro ejemplo de enclave económico y atraso social implantado para esa época, nacieron muchos de quienes hoy lideran diferentes frentes espaciales de la producción del conocimiento actual. Muchos de los que llegaron suministraron valiosos aportes de élite cultural que aunados con las expresiones populares regionales cimentaron, con los años, la riqueza y la espiritualidad de una cultura actual en etapa de producción, que se proyecta al país y al mundo con el vigor y la fortaleza heredados del mestizaje, para sostenerse por mucho rato.

La recesión económica que originó la Primera Guerra Mundial fue superada muy rápidamente, más no la crisis de 1929-1930; se le sumaron las inundaciones del «ciclón» en 1932 y la provocada por el angosto cauce de los nueve kilómetros de desvío del río Aracataca en 1933-1934 realizado por la «United Fruit Company». El Municipio no tuvo como indemnizar a la población afectada; cultivos arrasados y ganaderías totalmente desaparecidas marcaron el inicio del éxodo. Con el final de la dictadura de Juan Vicente Gómez, en 1936, se fueron los refugiados venezolanos. La población emigró de Aracataca y con ella la memoria colectiva. Los comerciantes se establecieron en Fundación, el Corregimiento que en 1938 superaba en población a la cabecera. El recelo entre los dos pueblos está marcado en la alusión a los trenes de servicio «Local» y «Ordinario» que hizo Ramón Mahecha:

“... Lo que pasa es que el Local trae cuentos y el Ordinario lleva, y mientras este estado persista, ninguno de los dos pueblos tendrán entendimiento.”

En 1935 se presentó el primer asomo separatista del Corregimiento: Su concejal Wilson Rovira recibió la propuesta del señor José Pérez, riohachero residente en Aracataca, de construir los puentes y mejorar el trazado del camino carretero que comunicaba con la cabecera, la terminación del mercado público de Fundación, iniciado en 1928, la construcción de la Escuela de Niños del barrio Buenos Aires y la iniciación de un edificio de material para las oficinas públicas en solar del Municipio, frente a la Plaza «Olaya Herrera» (hoy Plaza 7 de Agosto); se trataba de obras que reflejaran el progreso del Corregimiento y,

“Lo pongan en capacidad de aspirar, con fundamento, a llegar a ser la cabecera de un nuevo Distrito Municipal.”







Casa del Telegrafista.

La hermana República de Venezuela sufrió a principios del Siglo XX los rigores de la dictadura: inicialmente Cipriano Castro y posteriormente Juan Vicente Gómez. Para 1913 y 1914 la Universidad Central de Venezuela se convirtió en el eje de la resistencia a las formas dictatoriales, por lo que fue cerrada y los dirigentes estudiantiles perseguidos debieron salir de Venezuela. Aracataca acogió a Antonio José Barbosa, estudiante de último año de medicina, quien se convirtió en el líder de los refugiados venezolanos. La Municipalidad convirtió el antiguo caserón de madera y zinc, donde hoy se levanta la moderna construcción que alberga la «Casa de la Cultura de Aracataca», en el sitio inicial de recepción para los tantos refugiados llegados y el Doctor Barbosa, por sus excelentes relaciones con la dirigencia municipal y de la «United Fruit Company», fue el mecenas de este flujo migratorio, consiguiéndole empleo a todos y cada uno de sus coterráneos llegados a Aracataca: Odórico Fuenmayor, Tancredo Leoni y su pequeño hijo Raúl, Marcos Freites, Mario Moreno, el Doctor Luis Negrón Duplat, el escritor Manuel Vicente Romero-García, entre otros. Aún viven en Aracataca algunas familias descendientes de refugiados políticos venezolanos que conservan en su patrimonio cultural documentos, objetos y vivencias pasadas de familia. La mayor parte de refugiados políticos venezolanos regresaron a su patria en 1936, a la caída del régimen del dictador Juan Vicente Gómez.

Muchos españoles perdedores de la Guerra de Cuba se refugiaron en Aracataca. La familia Cataquera Del Vecchío Domínguez aún conserva pertenencias del abuelo Don Braulio Domínguez, excombatiente en la isla antillana y de quien aún posee orgullosa Aracataca el nombre de la calle que abrió con los recursos económicos recibidos por su pensión como efectivo del ejército español en la Guerra de Cuba: La «Calle España», calle donde vivió y se inició musicalmente en el período 1924-1936 el gran Luis (Lucho) Bermúdez Acosta, nativo del Carmen de Bolívar. Huyendo de la dictadura del general Francisco Franco llegaron y se avecindaron en El Retén españoles que se dedicaron al cultivo del arroz, cambiando una vez más la vocación agrícola.

La bonanza bananera atrajo a nacionales, en especial a los ubicados en las rutas del comercio con Ciénaga y Aracataca, establecidas para la época. La población se integró al proceso de producción, en las plantaciones, en el ferrocarril, en la municipalidad o en el comercio de Fundación (terminal férreo). Hubo las tres modalidades de cumbiambas: Los «Merenguitos» con acordeón, los «Cantos de Guitarra» provenientes de Ciénaga y del delta del Magdalena y las «Gaitas Farotas» de los Montes de María. Al obrero le pagaron con «vales» que eran recibidos por el Comisariato de la «United Fruit Company» en un negocio redondo para los gringos: Los comisariatos eran surtidos con las mercancías transportadas en viajes de regreso por la «Gran Flota Blanca», desde los Estados Unidos.

El cine mudo con sus bandas papayeras venidas inicialmente de los pueblos ribereños del Magdalena y después conformadas en Aracataca y El Retén, en sus paseos vespertinos por las principales calles anunciando el espectáculo nocturno, en sus toques en la puerta de entrada a los salones de cine, y los rollos (hoy tandas) musicales acompasadas en el transcurso de la proyección del cine, invitaba a grandes y chicos, con sus vestidos más elegantes, liki-likis, coturnos y sombreros de tartarita, a la función.

Al antiguo Aracataca llegaron los pastores italianos del puerto de Scalea, Palestinos de Belén, Árabes, Turcos otomanos, Franceses, Suizos, Holandeses, Polacos, Chinos, Hindúes, Marroquíes, Griegos, Alemanes, Ingleses, Gringos, Peruanos, Centroamericanos y Jamaiquinos.





La casa del telegrafista - Aracataca

Iglesia San jose